Muchas veces, a la hora de tomar decisiones, sabes que lo
que tú quieres, es una cosa, y lo que deberías hacer, es otra. ¿Cuál es la más
correcta? Está claro que la que deberías hacer, pero sin embargo, la que más apetece
es la que tú quieres. Pero, ¿realmente
podemos controlar eso que queremos?

En muchos casos, por mucho que sepamos lo que es más
correcto, vamos a hacer lo que el corazón nos diga, pues es algo que no podemos
controlar. Es algo que se siente, y aunque lo razones, no vas a cambiarlo
fácilmente. Y en la vida, situaciones en las que una elección muy importante
tenga dos salidas totalmente distintas y que cada una nos lleve a un lugar, va
a haber muchas. Siempre que algo así pase, realmente lo que el corazón nos
diga, puede que no nos sirva para tanto, puede que sea más arriesgado y puede
incluso que falle, que no se consiga lo esperado. También puede fallar lo que
la razón nos diga, lo más lógico o que tenga más sentido, en ese caso, se
tomaría la otra opción, aunque no fuera tan correcta.
Normalmente, la que más esfuerzo va a costar, es la opción
razonada. ¿Por qué? Porque, los humanos somos de naturaleza vaga, y siempre, si
se puede, queremos ir a lo fácil. En un examen, Por ejemplo, muchos se
conforman con un 5, aprobar que es lo que el corazón quiere. Mientras que el
10, pues se lo dejan a otro, que realmente es la opción que deberíamos tomar en
este ejemplo. No es fácil tomar decisiones de este tipo, porque los
sentimientos ganan a la razón casi siempre.
En resumen, el corazón tiene razones que la razón no
entiende, es decir, que hay cosas que no podemos entender, que están ahí , como
impuestas. Son los sentimientos, lo que nosotros queremos, y eso la razón no lo
puede entender, y por eso las decisiones a veces, nos cuestan tanto.
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