¿Por qué no paramos de pensar en lo que dicen los
demás y nos dejamos llevar por el corazón? Cuando nos tenemos que enfrentar a
la realidad y expresar nuestros sentimientos, normalmente si estamos enamorados, no somos capaces
de decir lo que realmente sentimos porque tenemos miedo a lo que puedan pensar
los demás, prevaleciendo la razón sobre nuestros deseos, sobre nuestro corazón.
Es en estos momentos cuando tenemos que pararnos a reflexionar y darnos cuenta
de que, en ocasiones, es necesario partir de la diferencia entre lo que uno
sabe, comprende, calcula y lo que uno siente, quiere, o desea.
¿Por qué no hacer lo que a cada uno le dicta su
corazón? A veces, el uso de la razón no nos deja expresar nuestros verdaderos
sentimientos. La gran mayoría de las personas vivimos pendientes de lo que
puedan pensar los demás. No somos capaces de enfrentarnos al mundo y dar a conocer
nuestros gustos y nuestras sensibilidades. Pero, ¿Qué es lo ideal? Quizá la
respuesta a esta pregunta no podamos encontrarla nunca. Pero tenemos que
desarrollar una capacidad suficiente para poder sopesar aspectos positivos y
negativos de la razón y compararlos con los del corazón, para poder valorar qué
camino debemos seguir en las dificultades que se nos presenten.
A veces, nos enamoramos de personas, para nosotros perfectas,
y del mismo modo para nuestro corazón. En cambio es la razón la que nos dice que
no es la persona que esperan nuestros padres o la gente que nos conoce. Y es
que, en ciertos momentos, como bien decía Alberto Méndez, “Si el corazón
pensara, dejaría de latir”.
Refiriéndonos a temas más generales, incluso se
podría decir que en el día a día, solemos encontrarnos con situaciones en las
que nos cuesta mucho trabajo decidirnos, ya que no sabemos qué es lo verdaderamente correcto.
En contraste con el título, podemos enlazar el
corazón y la razón. Nuestra forma de pensar puede ir cambiando a medida que vas
creciendo. Si durante tu infancia y adolescencia te han hecho daño y has sufrido, tu corazón es
cada vez más fuerte y vives la vida con otros pensamientos y sentimientos, con
un caparazón. Podríamos decir que desgraciadamente, en algunas ocasiones,
cuando los ojos se abren, el corazón se cierra.
Para finalizar, recordar que es bueno sentir sin
miedo a nada, dejar que la mente piense pero que no impida funcionar al
corazón, porque no es algo malo, es algo natural. Es necesario dejar que el
corazón atraviese las fronteras que necesite, y no ser uno mismo el que
construya las murallas que impidan avanzar a los sentimientos.

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