domingo, 24 de noviembre de 2013

Conócete a ti mismo

Sócrates, en su época decía: “Conócete a ti mismo”, ¿Por qué Sócrates insistía tanto en esa frase?, ¿Por qué es tan importante?

Si llegamos a conocernos a nosotros mismos, llegamos a saber ciertas cosas interesantes sobre nosotros, como el auto control, porque cómo vas a saber lo que te gusta sin saber quién eres, sin preguntarte a dónde quieres ir o por qué lo haces, conocerte a ti mismo es el principio para conocer a los otros, al conocerte a ti mismo estas más seguro de ti, conoces tus debilidades y tus cualidades, te ayuda a explorar todo tu potencial, también a conocer tus miedos y a enfrentarte a ellos, a saber cómo te sientes en cada momento (darse cuenta de los propios sentimientos en el mismo momento en que éstos tienen lugar)
Como se puede apreciar, conocerse a uno mismo lleva consigo un montón de ventajas, hay mucha gente en el mundo que no se conocen a sí mismo, y por tanto se hallan a veces confundidos, un ejemplo podría ser el estudiante que no sabe que estudiar, no sabe que le gusta, cosa que se resolvería si empezase conocerse a sí mismo mucho más.

Otro ejemplo de alguien que no se conoce a sí mismo y por tanto tampoco tiene autocontrol se puede ver en este viejo relato japonés.
En cierta ocasión, un belicoso samurái desafió a un anciano maestro zen a que le explicara los conceptos de cielo e infierno. Pero el monje replicó con desprecio:
—¡No eres más que un patán y no puedo malgastar mi tiempo con tus tonterías!
El samurái, herido en su honor, montó en cólera y. desenvainando la espada, exclamó:
—Tu impertinencia te costará la vida.
—¡Eso —replicó entonces el maestro— es el infierno!
Conmovido por la exactitud de las palabras del maestro sobre la cólera que le estaba atenazando, el samurái se calmó, envainó la espada y se postró ante él, agradecido.
—¡Y eso —concluyó entonces el maestro—, eso es el cielo!


El samurái se deja llevar por su propia cólera, enseña a la perfección la diferencia existente entre permanecer atrapado por un sentimiento y darse cuenta de que uno está siendo arrastrado por él.


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