Desde el mismo momento en que nacemos ya estamos
aprendiendo nuevos conceptos. Nacemos como seres sin conocimiento alguno sobre
nada y morimos haciendo grandes aportes a la humanidad, enseñando al ser humano
nuevas cosas. Einstein, Galileo o Copérnico entre otros nacieron en las mismas
condiciones de conocimiento que nosotros; partimos desde cerDesde el mismo momento en que nacemos ya estamos
aprendiendo nuevos conceptos. Nacemos como seres sin conocimiento alguno sobre
nada y morimos haciendo grandes aportes a la humanidad, enseñando al ser humano
nuevas cosas. Einstein, Galileo o Copérnico entre otros nacieron en las mismas
condiciones de conocimiento que nosotros; partimos desde cero, con un cerebro
completamente fresco y vacío de definiciones y ecuaciones y con ganas de
aprender.
Para los primeros seres humanos les resultaba prácticamente
imposible enseñar, ya que no había nada inventado. Solamente podían aprender de
ellos mismos, de su imaginación y experiencias, ya que si alguien descubría algo,
no podía dar a conocerlo al mundo con tanta facilidad como se puede hacer hoy
en día gracias a Internet, a la televisión y las noticias…
Ahora al hombre se le atribuye la labor de aprender, y de
compartir conocimientos, muy poca gente descubre algo nuevo, aunque tienen
mayor facilidad para dar a conocerlos. Enseñar es algo fácil, a la mano de
todos, pero enseñamos cosas que no hemos pensado nosotros mismos, sino
conceptos que previamente nos han enseñado, y un claro ejemplo de esto son la
mayoría de los maestros. Incluso en asignaturas como filosofía y religión,
supuestamente objetivas y dedicadas a hacernos pensar y reflexionar nos hacen
pensar y responder a preguntas según un modelo establecido por los grandes
pensadores de la historia.
A pesar de esto, todavía podemos realizar ambas acciones:
tanto aprender cómo enseñar. Incluso cuando lo que nos preestablece la sociedad
es aprender, tenemos las mismas capacidades psicológicas que el resto del
mundo, y podemos elegir entre conformarnos con aprender lo que hay y dejar a
otros que nos enseñen o mostrarle al mundo que somos capaces de pensar
diferente, de buscar conocimientos nuevos y hacérselos aprender al resto.o, con un cerebro
completamente fresco y vacío de definiciones y ecuaciones y con ganas de
aprender.
Para los primeros seres humanos les resultaba prácticamente
imposible enseñar, ya que no había nada inventado. Solamente podían aprender de
ellos mismos, de su imaginación y experiencias, ya que si alguien descubría algo,
no podía dar a conocerlo al mundo con tanta facilidad como se puede hacer hoy
en día gracias a Internet, a la televisión y las noticias…
Ahora al hombre se le atribuye la labor de aprender, y de
compartir conocimientos, muy poca gente descubre algo nuevo, aunque tienen
mayor facilidad para dar a conocerlos. Enseñar es algo fácil, a la mano de
todos, pero enseñamos cosas que no hemos pensado nosotros mismos, sino
conceptos que previamente nos han enseñado, y un claro ejemplo de esto son la
mayoría de los maestros. Incluso en asignaturas como filosofía y religión,
supuestamente objetivas y dedicadas a hacernos pensar y reflexionar nos hacen
pensar y responder a preguntas según un modelo establecido por los grandes
pensadores de la historia.
A pesar de esto, todavía podemos realizar ambas acciones:
tanto aprender cómo enseñar. Incluso cuando lo que nos preestablece la sociedad
es aprender, tenemos las mismas capacidades psicológicas que el resto del
mundo, y podemos elegir entre conformarnos con aprender lo que hay y dejar a
otros que nos enseñen o mostrarle al mundo que somos capaces de pensar
diferente, de buscar conocimientos nuevos y hacérselos aprender al resto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario