Hoy en día, estamos acostumbrados a la buena vida, a que
todo nos lo den hecho, vivimos con prisas, sin pensar demasiado el día a día y,
la mayoría de veces, sin darnos cuenta de los pequeños detalles, no estamos
acostumbrados a situaciones de alto riesgo, no estamos acostumbrados a
reflexionar, a la falta de comida, siempre tenemos un plato que comer. Pero,
curiosamente, en los países desarrollados hay más suicidios en que en otros países
en vía de desarrollo, donde hay menos suicidios, esto hace reflexionar a uno, ¿Por
qué, aquí, donde vivimos mejor, hay más suicidios?
Esto me recuerda a la frase que dijo Nietzsche: “Quien tiene
un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”, esa frase, dicha por
cierto, con bastante sabiduría, llega a explicar la situación en la que nos
encontramos, parece ser que en estos países desarrollados, hay quien no tiene
un sentido de la vida, no tienen una meta en la vida. Hay muchísimas metas que
se puede poner uno, pero hay una cosa segura, si uno no se pone metas, no va a
llegar muy lejos, te aportan entusiasmo, nos permiten avanzar hacia delante,
hacia el futuro, sobrevivir unos días más para cumplirla.
Para los que no creen en la importancia de buscar un porque
para vivir, voy a mencionar algunos ejemplos, relacionados directamente con un
libro que hemos leído en clase: “El hombre en busca de sentido”, cuyo autor es
Viktor Frankl, en el libro se puede apreciar como los presos van pasando por
distintas etapas psicológicas, llega un momento
en que ocurre una especie de paradoja, los hombres más corpulentos y
resistentes caen antes que los más endebles, esto ocurre gracias a que algunos
de esos endebles han llegado a poner un sentido, un objetivo, una meta y también
gracias a que se han protegido en su interior mentalmente hablando. La vida con
sentido es mucho mejor que la de sin sentido.