domingo, 26 de enero de 2014

El que tiene un porqué para vivir puede superar casi cualquier cómo

Las personas constantemente nos estamos proponiendo metas a las que llegar y, a menudo, deseamos que lleguen determinados momentos que nos producen felicidad, como pueden ser las vacaciones de verano después del curso escolar o el simple hecho de llegar a nuestra casa después del trabajo y reunirnos con nuestra familia. Esto es lo que hace que miremos para adelante y demos un sentido a nuestra vida. Nuestras metas, deseos y gente querida  hacen que tengamos algo por lo que vivir, pero, ante situaciones difíciles, ¿se puede carecer de estas metas y deseos? Y, si es así, ¿qué sentido tiene nuestra vida?

Esta frase de Nietzsche da lugar a pensar en la naturaleza humana y en su capacidad de superación. Si alguien tiene una meta, algo que desea lograr, tiene motivos por los que seguir viviendo y, con tal de conseguirlo, es capaz de soportar casi cualquier cosa. Si la gente no se establece objetivos en la vida no tiene nada por lo que quiera seguir viviendo y su vida pierde el sentido, produciéndose en el individuo un vacío existencial que incluso puede conllevar al suicidio. Es necesario tener objetivos y sobre todo en situaciones difíciles, como fueron  los campos de concentración nazis. Las condiciones de vida eran tan duras que  muchas personas, ante esta cruda realidad, perdían toda esperanza que pudieran albergar y, sin poder ver más allá del sufrimiento del día a día, se rendían a seguir resistiendo y morían. Es imprescindible tener objetivos y esperanzas como los tuvo Víktor Frankl. Él continuamente pensaba en su mujer y, aunque sabía que lo más probable era que ella estuviera muerta, se aferró a la posibilidad de que no lo fuera y nunca perdió la esperanza de poder volver a verla algún día. Esto hizo que deseara seguir viviendo convirtiéndose éste en otro de sus objetivos, sobrevivir a los campos de concentración. También, aunque parezca difícil, se esforzaba en seguir viendo las cosas bonitas de este mundo, como puede ser un simple amanecer, e intentaba junto con los demás reclusos encontrar la macabra parte cómica de todo ello para, mediante esta forma, aislarse y despreocuparse un poco de la realidad, sustituyendo el sufrimiento por diversión y dándole más sentido a su vida y ganas de sobrevivir.

Víktor Frankl es un claro ejemplo de lo imprescindible que es tener un motivo por el que vivir y por el que luchar para dar sentido a nuestra existencia  y saber que, ante todo, por muy difícil que sea nuestra situación, nunca debemos perder la esperanza.

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