domingo, 26 de enero de 2014

¿Un motivo para vivir?



     ¿Cuál es el eje de nuestra vida? ¿Qué nos hace tener ganas de vivir? Sigmund Freud decía que todo lo que hacemos, nuestras ambiciones, las ganas de querer hacer algo, etc, estaban condicionadas con el apetito sexual.  En parte llevaba razón; si nos damos cuenta, la ropa a veces se convierte en un reclamo sexual con eso de seguir la moda e ir a la última. Nos gusta estar guapos para que la gente nos vea bien y causar sensación. Pero ¿Y todo eso por qué? Únicamente para sentir placer. Pero ya no un placer biológico. El placer del ser humano se ha ido desarrollando con la evolución de la especie. La primitiva función del placer era sobrevivir. Miremos a los animales. Practican el sexo para la supervivencia de las especie. En ese caso el placer es una pista que le da su naturaleza para provocar conservar la vida, al igual que comer; el placer tiene en definitiva la misma función que el dolor. Volviendo al tema, se puede decir que practicar el sexo por placer es privilegio de las especies más listas, por ejemplo los delfines además de nosotros. Eso quiere decir que  el sexo es una función secundaria de la supervivencia. Sin sexo se puede tener ganas de vivir, no es el único objetivo del ser humano a lo largo de su vida a pesar de que la sociedad aparente otra cosa y sea un tema tabú.

     Viktor Frankl lo demostró cuando desgraciadamente estuvo prisionero en varios campos de concentración. Se dio cuenta que  a la gente las ganas de sexo era lo primero que se les quitaba, antes que el humor y mantener la compostura.

     La sociedad actual, y sobretodo los jóvenes de hoy en día, tienen el sexo como objetivo principal. Eso se debe a que el ser humano ha superado la fase de temer por su vida. Gracias a vivir en civilización hemos desarrollado sentimientos que nos caracterizan, pero que desaparecen si corremos peligro y nos suicidamos mentalmente, si nuestra vida no tiene sentido.

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