Nuestra vida no es perfecta, ni es a gusto de todos. Todo el
mundo tiene problemas, que nos pueden afectar más o menos, pero nos adaptamos a
ellos, de una forma u otra; alguna gente los afronta de cara, otros se esconden
de ellos, pero al fin y al cabo siguen siendo respuestas a diferentes
dificultades.
Fiodor
M. Dostoievski dijo sabiamente un día: “El hombre es el ser
que se acostumbra a todo”; dejando mucho que pensar. Si tenemos un problema,
siempre nos adaptamos a él, ya decidamos o no solucionarlo o aceptarlo. En
ocasiones alguien se suicida, y no suele ser una decisión espontánea; cuando
alguien se quita la vida es porque le ha ocurrido algo realmente grave, y está
eligiendo, está reaccionando a algo. Esto es simplemente un ejemplo, llevado al
límite, de que el hombre se acostumbra a todo, aunque cada uno decide cómo
hacerlo, según su filosofía de vida. Una persona generosa no responde a un
asunto de la misma manera que alguien egoísta. Una persona positiva no va a
afrontar una noticia de la misma manera que una negativa, ya sea una nueva
buena o mala.
Entender esta breve afirmación con tanto significado nos
puede hacer cuestionarnos si sufrir miedo es realmente necesario: ¿Merece la
pena preocuparse por cada una de nuestras cargas si al final de todo nos
acabaremos acostumbrando a cualquier situación?
Los miedos provienen de la incertidumbre, es decir, de
aquello que no podemos o que no sabemos controlar: “voy a suspender química”, “no
veo la perspectiva diédrica”, “tengo que hacer el artículo de cmc”, “me aburro”…
y así un sinfín de preocupaciones, a las que siempre nos acabamos imponiendo.
Esto no implica que las cosas siempre salgan como queramos, pero sí que siempre
hay un después para todo, distinto para cada uno según como decidamos
entenderlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario