Antiguamente el pueblo era sometido a la voluntad de un rey
o emperador, cuya autoridad era incuestionable y de origen divino. La opinión
de los no privilegiados era completamente ignorada y menospreciada y todo acto
de intento de toma de poder era desechado por la minoría que tenían derechos.
Con el paso del tiempo esto ha ido evolucionando hacía las
pasadas dictaduras con origen en el imperio romano, en las cuales gobernaba un
dictador con toda clase de privilegios y se apoyaba en un fuerte ejército. Si
escuchamos nombres como los de Benito Mussolini, Francisco Franco o Adolf
Hitler, nuestro cerebro los relaciona inmediatamente con villanos, con gente
que gobernó buscando su propio beneficio pisando los derechos de su pueblo.
No sería hasta la autoproclamación del Tercer Estado en
Francia como Asamblea Nacional en 1789, cuando el pueblo se percató del poder
que les podía otorgar ser la gran masa, y la capacidad de toma de decisiones
que esto les aportaba. Fue el primer paso hacia lo que hoy conocemos como
democracia, el sistema político por el cual se rigen la inmensa mayoría de
países de nuestro planeta y que es considerado como el más justo hacia nosotros,
el pueblo.
A los 18 años de edad se considera que tenemos la madurez
necesaria para votar a los representantes que van a elegir como gobernarnos, lo
que es el principal precepto de este sistema. ¿Pero realmente podemos elegir
quien nos representa?¿Estamos correctamente informados acerca de cómo vamos a
ser controlados cuando los partidos políticos hayan conseguido nuestro
veredicto?¿Es la democracia tan justa como se pinta?
El término democracia se define como el poder del pueblo,
pero a la hora de votar solo tenemos supuestas verdades, promesas de los
partidos políticos que hablan sobre un futuro siempre mejor que el que nos
asegura el partido rival y un pasado que dicta muchos precedentes. Luego
durante el mandato solemos quedar decepcionados
y expectantes del cumplimiento de lo se nos había prometido.
También influye el factor del partidismo por parte de los
medios de comunicación, que promocionan indirectamente a uno de los candidatos,
intentando poner nuestra opinión de parte de un bando o del otro, y durante los años de gobierno nos
engañan o encubren los fallos del partido gobernante y resaltando los errores
cometidos por la oposición, o al revés, dependiendo de quién se muestren
seguidores.
Así se siembra la confusión y el descontento en la población
al no saber realmente porque nos bajan el salario o se reducen nuestros
derechos, reduciendo nuestro sistema al bipartidismo o tripartidismo, y en
ocasiones al unipartidismo. Esto provoca que gran parte de la sociedad no
consiga ponerse de parte de ninguno de los pocos partidos con capacidad de
gobernar su país, lo que deriva en el voto en blanco o la inmigración a otros
países.
Se busca la solución en la anarquía o en la vuelta a la
dictadura por parte de extremistas mientras que otros se contentan con lo que
hay o no se preocupan demasiado por la vida política. A pesar de todo, la
democracia se suele plantear como el mejor sistema de gobierno que podemos tener
actualmente, teniendo sus opositores y partidarios, y el que mejor favorece los
derechos del pueblo.
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