La democracia, hoy por hoy, es
presumiblemente, la forma de gobierno en la mayoría de países
desarrollados. Esta forma de gobierno, nos transmite una sensación de justicia,
en un marco con igualdad de oportunidades. España es una democracia
representativa, pero ¿realmente vivimos en una democracia los españoles?
Por los movimientos y comentarios que podemos ver en la calle o en la
prensa, podríamos decir que la percepción popular es que no vivimos en una
democracia. Multitud de movimientos reclaman mayor implicación popular en el
sistema de gobierno. Los españoles, en
su mayoría nos limitamos a criticar al Gobierno y sus decisiones, pero nuestra
única participación se produce cada cuatro años, al ir a votar a un partido político.
Este partido político posee tantas variables que podemos afirmar sin miedo a
equivocarnos que ninguno de sus votantes estará de acuerdo con todas y cada una
de sus ideas, candidatos... Simplemente votamos al partido que más se asemeja a
nuestros ideales.
Los griegos definían la democracia como "El gobierno del pueblo para
el pueblo". Si extrapolamos esto a nuestro actual sistema de gobierno,
todas las decisiones que se toman desde Madrid tienen un único respaldo, el poder que cada
cuatro años le entregamos a cierto partido político los españoles. El problema
aparece cuando, como decíamos, el votante no está de acuerdo con una de las
decisiones que su partido toma, este es el eterno problema de la democracia
representativa. En esta situación desaparece el respaldo al Gobierno y sin saberlo, se deja de ejercer la democracia.
No creo que una participación directa, mediante referéndum y consultas
populares, represente con los medios de
hoy en día, ningún tipo de problema. Pese a esto, los gobiernos siguen
escudándose en lo tradicional, porque les favorece y les entrega el enorme poder
del que hoy gozan. Tal vez un avance tecnológico supusiera una exclusión a las
generaciones más tradicionales, pero no creo que la solución requiriera un
esfuerzo superlativo.
Para los griegos la democracia debía ir de la mano del pueblo, ayudándole a
progresar. Si hacemos caso a esta idea, surge otra pregunta al extrapolar a
nuestro actual sistema de gobierno. ¿Todas las decisiones que toman los
gobernantes tienen como fin ayudar al pueblo? Es aquí cuando surge el problema
del capital, del poder económico. El dinero mueve al hombre y no son pocas las
situaciones en las que el gobierno es un mero instrumento de otras instituciones
de carácter económico, como los bancos. Además, la economía de un país depende
por entero de los bancos. En España tenemos casos como el de Bankia, institución
que debe ser rescatada por el Gobierno a raíz de decisiones que buscaban el
bien individual, no el común para el pueblo. Este rescate supone a los españoles
un descenso de su calidad de vida. Si el Gobierno buscara nuestro bienestar, no
apoyaría a instituciones plagadas de avaros que no miran más allá de su tripa.
Estas dos reflexiones dejan muy a las claras que en nada se parece nuestro
sistema de gobierno a aquello que apoyaban los griegos y que hoy en día, por
desgracia, parece tan necesario como utópico. Mientras nuestra sociedad se deje
guiar y mangonear por bancos y por los aparatos de los partidos políticos, sin
darle participación directa al ciudadano, no lograremos gobernarnos a nosotros
mismos, buscando aquello que realmente nos
favorece.

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