domingo, 1 de junio de 2014

Mi verdad de la mentira

Según la concepción de los filósofos clásicos el hombre sería un ser que lucharía por erradicar la mentira de la sociedad para conseguir que esta sea cada vez más segura y éticamente perfecta. Sin embargo según los descubrimientos neurobiológicos, evolutivos e incluso filosóficos la mentira es una estrategia que todos los organismos utilizan para sobrevivir y obtener ventaja frente a sus contrincantes. ¿Nos convierte esto en organismos determinados para utilizar la mentira como estrategia? ¿Esta estrategia la usamos sólo en relación con el entorno o la utilizamos con nosotros mismos? Como resultado de la batalla entre el uso de la mentira y la necesidad de detectarla se produjo un desarrollo del campo haciendo posible conseguir una capacidad cada vez mejor. ¿Pero es posible pensar que gracias a este desarrollo alcanzado el hombre es capaz de superar esos impulsos instintivos?
En el mundo real nuestra percepción es que la mentira funciona y obtiene resultados positivos. Lo podemos ver en la naturaleza con plantas y animales donde el camuflaje se usa como mecanismo de defensa pero también como ataque. Vemos además, que en las relaciones humanas esta estrategia también obtiene resultados positivos y constantemente estamos desarrollando mecanismos para mejorar por un lado la capacidad de engañar a los demás así como la posibilidad de detectar el engaño al que nos quieren someter. Podemos pensar que en las relaciones sociales nunca mostramos nuestras verdaderas intenciones para de esta forma obtener ventajas así como para conseguir seguridad y control sobre la situación.
Este afán de intentar ser siempre más que los demás, nos conduce en ocasiones a hacer un uso excesivo de la mentira, transformándonos en personajes total o parcialmente ficticios. Aquí podríamos aplicar aquello de que "los mentirosos tienes las piernas muy cortas". Si edificamos una vida sobre la mentira, ésta acabará por venirse abajo.
Pero podemos llegar más lejos y concluir que el hombre necesita la mentira como medio para llevar a cabo su vida y para ello construimos una imagen falsa tanto del mundo como de nosotros mismos. Esta capacidad de autoengaño mejora nuestra autoestima, nos vemos mejor y más positivamente de lo que realmente somos, así como construímos una imagen falsa y pasamos por alto las contradicciones a las que la vida cotidiana nos somete. Esta estrategia de autoengaño pasa, sin embargo desapercibida al hombre.
Hablando de la mentira, aparece por lógica complementaria, el término "verdad". Aquello que conocemos como verdad, ha sido dictado por el hombre, está sujeto a juicio y en realidad, nada es verdad para toda la humanidad. Son por tanto, dictámenes que el hombre formula con el anhelo de poder elevar a la categoría de verdad universal, pero quedan sin embargo rebajadas a mentiras disfrazadas.
      Pero podemos discutir si como consecuencia del proceso evolutivo que ha dado lugar a la aparición de nuestra inteligencia el hombre como ser que utiliza su libre albedrio puede superar el uso de la mentira. Desde el punto de vista moral, matizamos aquellas mentiras que son formuladas con el propósito de lograr un objetivo, de agradar a alguien, de dañar a alguien o simplemente de sobrevivir.
Moralmente, aquello a lo que nos conduce la mentira, no nos satisface. Unos cimientos falsos acaban por desmoronarse tarde o temprano y todo se nos viene encima.
      Para lograr aquello que nos proponemos, debemos imponernos a los demás, esto es cierto por cruel que resulte, lo importante es hacerlo a través de métodos legítimos, que nos permitan que al acabar el trabajo, podamos mirar atrás y sentirnos orgullosos de aquello que hemos logrado, y sobre todo de cómo lo hemos logrado.

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