Mentir está en contra de los cánones morales de muchas personas y está específicamente prohibido como pecado en muchas religiones. La tradición ética y los filósofos están divididos sobre si se puede permitir a veces una mentira (pero generalmente se posicionan en contra).
Por otro lado, si el hombre no la necesitara, no la usaría con tanta abundancia con la que acostumbra. Cuando oculta la verdad, y lo hace con fines malvados, lógicamente, se califica de amoral. Sin embargo, en determinadas ocasiones, el hombre no tiene intenciones escondidas tras la mentira. De hecho, muchas veces lo hace inconscientemente, muchas veces el hombre se engaña a sí mismo. A tal punto ha llegado que, se podría afirmar que el hombre vive con una considerable dependencia a la mentira.
Un estudio realizado en 2006 por el profesor Carles Bond y la psicóloga Bella DePaulo sacó en claro que la gente tan solo es capaz de diferenciar la mentira de la verdad en un 47% de las veces. El hombre es un ser habilidoso en esta actividad, los sujetos que son engañados, por tanto, solo se percatan de que están siendo engañados aproximadamente en la mitad de las ocasiones.
Estamos habituados al acto de la mentira, el cual es difícil que sea descubierto, de muchos de ellos que nos suceden constantemente, no nos percatamos. De hecho, en bastantes situaciones ocurre que no se percata ni el propio mentiroso.
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