¿Nos vestimos, o nos
visten?
Puede parecer
una pregunta de un niño que aprendió a hablar hace no mas de dos años, y no
solo parecerlo si no que lo es, pero precisamente para este tipo de preguntas
está la filosofía para cuestionarse lo evidente y responderlas. Y hacer ver que
porque toda la gente lo tenga asimilado y lo vean algo muy lógico y muy normal,
puede que no sea algo tan lógico o tan normal, con simplemente mirarlo desde
otro punto de vista que valla más allá.
La principal
causa de que vayamos vestidos puede que sean los prejuicios que tantas veces
nos hacen ser como quieren que seamos y no como realmente somos, por ejemplo,
de aspecto físico al parecer, según la televisión, tenemos que ser los hombres
fuertes y musculosos y las mujeres delgadas. ¿Nos importa más nuestra opinión o
la de los demás?. Para responder a esta pregunta no hace falta más que observar
el día a día, en el que seguimos la moda como zombis sin pensamiento propio
alguno.
Pero ir vestido
también puede tomarse como una medida de higiene, puesto que por lo menos a mi
no me gustaría sentarme en el autobús, donde antes se ha sentado otra persona
sin ropa.
Lo bueno que
tiene el ir vestido, excepto para los seguidores acérrimos de la moda los
cuales piensan por ellos, es que es un arma de expresión de la personalidad de
cada uno, sin embargo este pensamiento propio sobre nuestros gustos se ve
afectado por el continuo bombardeamiento de las modas a través de los medios de
comunicación, lo que hace que vistamos como nos han metido en la cabeza que
tenemos que vestir.
En definitiva
estoy de acuerdo con la rara costumbre de los humanos de ir vestidos, pero
siempre y cuando lo que llevemos puesto lo llevemos porque realmente nos gusta
y como forma de expresarnos y diferenciarnos de los demás, y no porque esté “a
la moda”. Influye más la moda que nuestros gustos en la forma en la que día a
día nos vestimos.
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