Mentir está a la orden del día. Usamos la mentira
como moneda de cambio ante cualquier compromiso y estamos acostumbrándonos a
ellas. Pero, al engañar a otro, ¿nos estamos engañando a nosotros mismos?
Cada individuo sabe que todos sus
semejantes mienten, cada día que pasa hallamos más habilidad y destreza en el
arte del engaño y casi se está viendo como algo normal.
Como dice Feldman: “El engaño ha
resultado ser una cualidad ventajosa “. Destacamos que el que engaña tiene la
iniciativa, no solo de crear el suceso relativo con la creatividad y
flexibilidad que guste en ese momento, sino de obtener una segunda información
y ocultársela al su oyente.
Solemos mentir sin darnos cuenta ya
que la mentira nos parece tan insignificante que pasa desapercibida en nuestras
acciones cotidianas y la asumimos la mentira como argumento vital. Por ejemplo,
al peinarnos y echarnos colonia para camuflar nuestro aspecto y olor. Nos
creemos lo que olemos o lo que queremos oler, o como decía Feldman , nos
creemos lo que vemos o lo que queremos ver y destruimos la información después
de captarla.
Hay muchas excusas para usar la
mentira, lo cierto es que todo está en
nuestra mente y depende de nuestro propio juicio, aunque estamos
convencidos de que sabemos captar cualquier
mentira. Pero solo seremos
capaces de decir la verdad si esa verdad es una defensa a toda costa.
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